Los tambores son los que componen el único acompañamiento musical del Ball de Diables. Su sonido constante, repetitivo y tétrico complementa la plástica demoníaca del Ball. Durante los primeros años después de la recuperación los timbales elegidos fueron los de cuerpo y aro de madera con membranas de plástico. La necesidad de aprendizaje y el coste económico fueron decisivos a la hora de optar por esta solución. No fue hasta el año 1991 cuando se decide incorporar al grupo los clásicos tambores de madera, de cuerpo más grande y con las membranas de piel, sin duda más delicados, pero con una mejora estética y sonora incuestionable. Fueron realizados por el artesano barcelonés Màrius Folch. En 1993, se decidió hacer 4 tambores propios, creados por Enric Martí, que son los mismos que en la actualidad. 

En 1984 se fija el número de tambores en tres, ampliados a cuatro años más tarde. Los tambores evolucionan al mismo tiempo, ejecutando los cuatro toques básicos de manera repetitiva, combinando los diversos toques existentes, y variando los de velocidad según necesidades del momento.