De Carnaval a Santa Tecla…
El ciclo anual tarraconense de nuestro Ball de Diables, queda definido, desde la recuperación de 1984, por tres fiestas categóricamente distribuidas en el calendario: Carnaval (febrero), San Juan (solsticio de verano) y Santa Tecla (septiembre). Esta elección no fue aleatoria ni casual, sino fruto de la reflexión sobre los antecedentes históricos, que nos decían que el cortejo medieval tenía su momento de máximo esplendor y protagonismo para Corpus, que también intervenía en la llegada o la visita a la ciudad de autoridades de rango muy elevado y que, en siglos más cercanos los cortejo s tenían su rol protagonista de las fiestas patronales. Los años 80 del siglo XX eran los de la postmodernidad, los de la eclosión de la democracia posdictadura y, afortunadamente, la vida de la sociedad civil ya no se regía mucho por el calendario religioso. Como articular la intervención del Ball de Diables al calendario festivo democrático y civil de los años 80, sin perder los referentes históricos fue la premisa para definir nuestro calendario de actuaciones en la ciudad.
Carnaval: entrada de autoridades satíricas y Testamento
El Carnaval recuperado en los años 80 era una fiesta que buscaba sus raíces satíricas y burlescas y la mayoría de comparsas que participaban tener este carácter. El Ball de Diables había salido a la Rúa del sábado de Carnaval en forma de comparsa satírica, con disfraz temática adecuada los años 1983 y 1984. El carácter satírico y pavo del BDT ya se evidenció con los primeros versos de Santa Tecla el 1984. Como el sermón de Carnaval en aquella época ya estaba adjudicado a la comparsa del Su Majestad Imperatorial Carnaval (entonces era ésta, la denominación), que solían formar a los alumnos de la Escuela de arte dramático José Yxart, el Ball de Diables se ofreció al Ayuntamiento para hacerse cargo del Testamento, tanto la confección como la lectura pública antes de la Quema del martes; Lucifer sería el notario oficial del monarca majadero, que ambos lo son a la fuerza.
Y así fue como, desde el año 1985, el Ball de Diables encabezó el desfile del sábado, cumpliendo su función de anunciar y abrir paso al cortejo festivo con carretillas, truenos y timbales; un cortejo en honor de la entrada a la ciudad de un emperador (ahora ya sólo rey), como en la Edad Media, pero con el espíritu pavo y crítico de las fiestas de inversión de roles. La noche de la quema del Ninot se convirtió en la noche del Testamento y del fuego que todo lo purifica. Los años siguientes, a medida que se fueron recuperando elementos de fuegos del Seguici Popular, estos se fueron añadiendo en el encabezamiento de la Rúa y por la noche de la quema de los Ninots. Esto ha sido así hasta el año 2011 en el que la evolución de la Rúa hacia una estética de lucimiento, pluma y lunetas, alejada de nuestra tradición, ha ahuyentado a los grupos de fuego de este pasacalle carnavalesco.
San Juan: antecedente pre cristiano del Corpus
Si bien en la Edad Media la fiesta del Corpus era la de máximo esplendor y lucimiento del que acabaría constituyendo el Seguici Popular tarraconense, los años 80 del siglo XX esta celebración había quedado reducida a un cortejo mínimo y todo el componente eclesiástico; la fiesta cívico-religiosa principal de la ciudad se había trasladado a Santa Tecla. El Ball de Diables de Tarragona se planteó volver a los orígenes antropológicos del diable y del Corpus, ya que esta celebración medieval no deja de ser una domesticación y cristianización de las fiestas del solsticio de verano previas, el culto al sol y, por extensión , al fuego como purificador y regenerador de la vida. Por eso el BDT optó por trasladar su salida a la calle por la noche de San Juan, la noche del fuego. Y nos inventamos el pasacalles de fuego de la noche del 23, que culmina con el encendido de la hoguera municipal.
Santa Tecla: la fiesta principal y cierre del ciclo
La proximidad en el calendario de las dos fiestas patronales tarraconenses aconsejaba que el Ball de Diables sólo saliera a una des las dos, para no cansar al público. En los años 70 y 80 del siglo XX, cualquier tarraconense tenía claro que las fiestas de Sant Magí, en pleno agosto, eran unos fiestas que se dirigían tanto al turista como al posible público local que no estuviera fuera por vacaciones. Mientras que las fiestas de Santa Tecla, a finales de septiembre eran la auténtica fiesta mayor de la ciudad y para los ciudadanos: pocos son fuera de la ciudad por vacaciones. Además, en Tarragona, Santa Tecla representa también la clausura del verano: pasadas las fiestas, las calles se desertizan, todo el mundo vuelve al trabajo o a clase … Por lo tanto, la elección de cuál de las dos fiestas teníamos que hacer fue clara y sencilla desde el principio, y fuimos a “trasladar” la salida a la calle que correspondería por Sant Magí en Santa Tecla.